Vlad está triste

Está triste porque le han metido con calzador desde el Gobierno una reforma laboral que atenta contra lo que se había conseguido en varias décadas de lucha obrera. Esta receta impuesta desde Alemania, que hace de Europa su cortijo particular, no va a estimular la economía. Esa economía que parece ser más importante que el bienestar de los ciudadanos y cuya segunda temporada podremos disfrutar desde hoy mismo con la aprobación de los presupuestos.

Está triste porque los mal llamados agentes laborales que deberían representar los intereses de los trabajadores están más pendientes de salvar sus culos con movimientos pactados de antemano. Estos mismos que luego están a partir un piñón con los mandamases del país. Esos mandamases que hacen lo que dicta Alemania.

Está triste porque los medios de información se dedican a emitir propaganda en función de quién les paga, sustituyendo lo que debería ser información veraz por propaganda política. Estos medios que mienten descaradamente y manipulan los datos para que se ajusten a lo que quieren oír sus jerifaltes.

Está triste porque las fuerzas de seguridad del estado (con minúscula) se dedican a aplicar la represión de forma brutal y sin provocación (visto tristemente en primera persona) siguiendo órdenes de los mandamases preocupados por la economía. Esos mandamases que pusieron a portavoces a decir en público que la soberanía nacional reside en el Congreso aunque la Constitución del Estado (con mayúscula) diga que reside en sus ciudadanos.

Está triste porque la huelga no sirve de nada, por falta de seguimiento y falta de voluntad de negociación de agentes sociales y mandamases. Esos mismos a los que la economía les quita el sueño. Porque después los medios hacen un baile de cifras, apoyados por falta de datos recolectados de primera mano gracias a la actuación de los cuerpos de seguridad del estado. Porque muchos trabajadores se negaron a seguir la huelga porque “no podían permitirse un día de paga” y acabaron dejando a unos cuantos en la estacada. Porque luego esos compañeros protestan por las medidas igualmente, pero dándoseles la oportunidad de manifestarse se niegan a hacerlo.

Está triste porque en lo que debía mantenerse como una manifestación pacífica reivindicando nuestros derechos acabaron saliendo, provocados por las fuerzas de seguridad, los violentos de siempre a armarla. Esos violentos que quemaron la entrada a la Bolsa, rompieron escaparates, quemaron contenedores y acabaron prendiendo fuego a una franquicia de bebidas (que no diré el nombre porque no me pagan por hacer publicidad). Esos a los que los medios, con el beneplácito de nuestros políticos, esperan y desean para poder criminalizar las protestas y hacer (más) oídos sordos a lo que pide la gente.

Antes de cerrar me gustaría comentar dos detalles.

El primero para los “macroeconomistas” que nos dirigen: señores, si los consumidores pierden poder adquisitivo el consumo bajará y su tan temida recesión será peor.

El segundo va a los políticos y a todos los que se quejan a diario y cuando tienen la oportunidad de sumar su voz a la de los demás se callan como putas: arrieros somos.

El punto de ruptura

Llevo una temporada larga dando vueltas a ese concepto. Sé que prometí mantenerme al margen de las noticias y la actualidad porque sólo depara desolación y mala hostia, pero me he visto superado por los acontecimientos.

No me voy a molestar ni en mencionar los motivos. Que cualquiera agarre un periódico de los últimos ¿doce, quince, dieciocho? meses y se los busque. Sólo tengo clara una cosa, y es que ya hemos pasado el punto de ruptura. Esta idea representa ese punto en el que la gente mira a un lado, al otro, al frente y decide que está hasta la polla de que se rían de ella en su puta cara.

Tuvimos nuestro momento (15-M os estoy mirando a vosotros) y se pasó sin pena ni gloria. A partir de entonces los 4 poderes (o 5 según leo por otros sitios) saben que pueden hacer lo que les salga de sus todopoderosos cimbreles que no vamos a reaccionar en consecuencia.

Y como nota comento, colaboré con ese movimiento en sus inicios, cuando creí que podría haber valido de algo. Pero desde el momento en que a la prensa y los políticos se les pasó el canguelo y comenzaron con la difamación más burda (y que coló) el movimiento que podría haber causado que en el punto de ruptura se hiciera algo grande de verdad quedó en agua de borrajas. Me niego a insistir que las razones que dieron los poderes eran mentira; la gente se las creyó y a la larga es lo que cuenta.

Sinceramente puesto que ya se había desprestigiado la idea habría que haberles dado motivos para temer al monstruo que querían que se creyera que éramos. No sé, quemando unos cuantos bancos, corporaciones, agencias económicas, bolsas, sedes políticas, parlamento, senado, y un larguísimo etcétera.

Pero no se hizo.

Desde ese punto se han dedicado a meternos palos por el culo bajo órdenes de Europa (a.k.a. los bancos alemanes y su guiñol público, la señora Merkel) o sólo por joder (que también se les da bien). ¿Y qué ha pasado? Nada. Hay descontento pero la gente está acojonada y no se menea por si no salen en la foto. Y los poderes lo saben. Y les gusta.

Han recibido la confirmación que querían para terminar de ventilarse lo poco que quedaba de "democracia" en Europa y convertirnos a todos en sus esclavos. Desde ese punto de ruptura hasta hoy todos los pasos que se han dado (y los que están por venir) tienen como único objetivo hacer de los ciudadanos siervos de las corporaciones, que a la sazón son quienes dictan las normas.

¿O queda algún iluso que crea que los recortes sufridos son algo bueno para la gente? A fin de cuentas son para recuperar la senda del crecimiento. Sí, del crecimiento económico; a la gente nos pueden ir dando por culo. Otra vez más.

La democracia está muerta, enterrada y se han cagado en su tumba. Pero todavía nos negamos a verlo.

Y nos lo hemos ganado. Tenemos los gobernantes que nos merecemos.

Ya para finalizar, repetir una cita muy conocida de Benjamin Franklin, con la que no puedo estar más de acuerdo:

"Aquellos que pueden dejar la libertad esencial por obtener un poco de seguridad temporal, no merecen, ni libertad, ni seguridad."

Y pensar en lo que pudo ser y no fue no ayuda...

Vlad se mueve

Vuestro buen anfitrión ya no se encuentra en su residencia habitual. Es uno de los motivos por el que ésto ha estado tan abandonado. El otro es que me daba pereza y no tenía ganas de encabronarme con las cosas que pasan. Resulta que ahora ando ubicado en la costa levantina, Barcelona más concretamente, por razones laborales, blablabla, nada que no sepáis ya. Lo que no sabéis son las cosas que pasan día a día en esta ciudad de tarados.

Entiendo que es una ciudad mucho más grande que mi anterior residencia, pero ayer mismo hablaba con Miguel al respecto; el porcentaje de taradez parece ser mayor aquí. Desde pandilleros que te rodean en el metro sin mayor intención que darte un high-five, a señores mayores que te cuentan su vida (por falta de nietos), pasando por señoras que se indignan si no conoces el recorrido de la línea de metro en la que estás (Miguel's fact). Curiosamente después de comentar lo relativo a los tarados nos abordó una borracha en potencia (y potencial) preguntándonos si teníamos un peine. Olé sus ovarios remojados en mojito (que contó que se había pimplado un litro, el olor a ron del aliento parecía confirmar dicha teoría).

Ayer experimenté por segunda vez, por zona diferente, cómo es la vida nocturna aquí los fines de semana. Y es rara de pelotas. No puedes dar cuatro pasos sin que te intenten vender latas (o hachismarihuanacoca, así todo junto macerado tras transformadores) o te asalten repartidores de flyers y promociones, sin olvidarse de los guiris mamados a sangría que no saben ni dónde les queda el hotel. Por otra parte volver a casa andando después (porque estaba realmente cerca) cruzando el Rabal (Rabalistán para los entendidos) es toda una experiencia que intentaré no repetir en la medida de lo posible. Esquivar vendedores ambulantes, putas que te llaman a silbidos y "Relaciones públicas" repartiendo flyers a diestro y siniestro es bastante cansado y más si a esas horas ya está uno con la pierna un poco resentida.

En principio parece que lo que viene siendo adaptarme lo he hecho de puta madre, la gente me pregunta cómo ir a los sitios y hasta a veces sé responder. Y ahora que por fin ya tengo un piso compartido en el que aposentarme, puedo retomar esto con algo de ganas. Hay muchos pequeños detalles que se me escapan, pero en general creo que el cambio ha sido para bien: la ciudad me gusta, el trabajo es entretenido y los compañeros (tanto de piso como de curro) son gente maja con la que se puede charlar. Si además de vez en cuando recibo visitas, resulta que al final se está de puta madre.

Y aquí no hace frío.

Me hace mucha gracia, que procuro no expresar visiblemente, ver a la gente con cazadoras, guantes y bufandas cuando hay 10º de temperatura. En serio, les querría yo ver con nuestros -5º todas las mañanas en invierno. La escena sería para desorinarse de la risa.

Próximamente más peripecias de vuestro anfitrión en la Ciudad Condal, que al ritmo que pasan las cosas no dudo que esto dé para mucho.

El futuro no es nuestro ni vuestro; es suyo

Para ilustrar lo que digo me baso en dos ejemplos: éste y éste otro. Y tras el breve paréntesis comienzo.

La época de la cultura europea, en la que se incluye Estados Unidos mal que les pese, ha pasado. Se ha acabado y la hemos visto morir sin hacer nada para cambiarlo. Nosotros hemos dejado que vaya desapareciendo poco a poco. O tal vez se tenía que ir y no había nada que hacer para evitarlo. No lo tengo muy claro, la verdad.

Pero la exaltación del individualismo no es la clave hacia el futuro. Da igual lo preparados que estemos a nivel individual, los que lo estemos, porque sin colaboración no somos nada. El tiempo en el que una sola persona podía cambiar el mundo pasó hace mucho pero no nos dimos cuenta. O no nos quisimos dar.

Sin embargo allí a tomar por el saco a mano derecha, lo que los literatos llaman Lejano Oriente hay otra corriente de pensamiento. Lleva milenios gestándose, pero ha sido la globalización la que ha propiciado su auge y su futuro predominio. Es posible que Japón sea una potencia económica en decadencia, pero ha sentado las bases para los que la seguirán. Naciones con una conciencia colectiva en la que lo que prima es el bienestar de la comunidad por encima del individual. Es, sin lugar a dudas, una postura alienante que menosprecia al individuo; pero visto hacia dónde van las cosas creo, sin lugar a dudas, que es el esquema que prevalecerá.

Y sin embargo no creo que sea el correcto; o al menos en ciertos planteamientos. En esa sociedad si la corrupción infecta los puestos altos, ¿quién será el primero en romper el paso si les han enseñado que deben marchar todos juntos? Pero con todo y con eso prevalecerán. Y no podemos hacer nada por evitarlo. O puede que sea que no queremos hacer nada por evitarlo porque sabemos que, en el fondo, obramos mal cuando pudimos.

La paradoja del conocimiento

¿Qué es un analfabeto? Teóricamente aquel que no sabe leer y escribir. Pero, ¿es esto suficiente para considerar a una persona como miembro efectivo de la comunidad? No rotundamente.

El problema es que en el "mundo civilizado" hay pocos analfabetos (en porcentaje) pero hay muchísimos analfabetos funcionales. Este grupo son gente capaz de leer y escribir pero poco más. Son incapaces de interpretar adecuadamente lo que leen o de realizar un comentario crítico sobre la información que han recibido. No pueden realizar operaciones sencillas y encuentran tremendamente complicado el empleo de la tecnología.

Para algunos resulta mayor la brecha. Siempre que se puede y se quiere la cultura está al alcance de la gran mayoría, y el que lo aprovecha se hará poseedor de un conocimiento ingente que puede ser de mayor o menor utilidad pero que sin duda le proporcionará una visión más amplia del mundo que le rodea.

Curiosamente, esta gente que posee cierta cultura muestra un mayor distanciamiento del primer grupo. Les exaspera tratar con alguien que no comprende lo que dicen; y, salvo casos muy concretos, les es terríblemente complicado percatarse de que no poseen su mismo nivel cultural y por tanto no pueden seguirles. Este distanciamiento se manifiesta como altanería condescendiente por una parte y como rechazo por la otra, lo que no facilita las cosas precisamente.

Esta es la paradoja del conocimento. Al que sabe le cuesta darse cuenta que los demás no saben tanto como él y le frustra que, a pesar de todo lo que sabe, su visión del mundo con mayor perspectiva no puede ser entendida.

Una mala decisión

Me gustaría comentar una cosilla que he leído aquí, aquí, también por aquí y expongo el borrador que comentan aquí. Y en lo que caliento motores, recomiendo banda sonora para la entrada (para que sea más interactiva y todo eso) que debido a lo típica que es le viene como anillo al dedo.

Bien damas y caballeros, pueden ver cómo la democracia abandona definitivamente esta nación. Mientras por el andén de la izquierda, porque el del la derecha no estaba disponible, observen cómo se instaura la nueva república bananera. ¡Ahora con un 57% más de censura!

Dejándonos de teatralismos, ésto es un soberano error; un fallo estratégico tremendo. No sé de quién habrá sido la idea esta vez, pero merece una visita apurada al barbero. Viendo las cosas desde lejos y suponiéndose a favor del recorte se puede opinar que no es el mejor momento para implantar esto. A fin de cuentas en una situación de crisis, recesión y apocalipsis como la actual si el pueblo soberano no está entretenido (ya sabéis, pan y circo) puede optar por restaurar el noble deporte de los levantamientos. Y no es que falten motivos precisamente...

Ahora bien, volviendo a mi perspectiva de simpatizante de la libertad individual esto es una auténtica catástrofe. Existen intereses comerciales en un gobierno y lo comprendo (aunque no lo comparto) porque no dejamos de estar en un sistema capitalista. Sin embargo lo que hace que me hierva la sangre es la anteposición de esos intereses minoritarios frente a la opinión de la mayoría de los ciudadanos. Porque en serio, la última vez que lo miré algo así no debería pasar en una democracia.

Pero claro, el español es vago e indolente por naturaleza. Ellos lo saben y se aprovechan hasta el límite y un poquito más. Nosotros aguantamos hasta cierto punto, oiga. Me vienen a la mente algunos ejemplos de reacciones de esos indolentes españolitos, hartos de sus gobernantes, renegando de todo y de todos. Generalmente es porque soportamos peor a los de fuera que a los de dentro; pero también somos expertos en liarnos a tortas entre nosotros. Vamos, que son ganas de tensar una cuerda que puede romperse (en mi opinión, que debe romperse).

Pero claro, se está muy bien arriba, en la élite de la sociedad alterando las vidas de varios miles con un gesto de la mano. También ayuda la complicidad de los demás en su mudismo e inamovilidad. Todo eso está muy bien porque se cree que no podrá cambiar basándose en que como son los dos partidos mayoritarios seguirán ahí alternándose. ¿O no? Resulta que algunos agitadores sociales y perturbadores de la paz nacional se han leído algo de ese libro que llamamos Constitución y saben que en las elecciones gana el más votado (coeficientes y ley D'Hont aparte). Esa sería una sana forma de ejercicio democrático. Hay otras claro está, pero son menos bonitas aunque más efectivas a corto plazo.

Porque claro que a todos nos cuesta movernos y no nos gusta. Que nos encantaría mantener el status quo y llevar una vida perfecta en su inmovilidad. Pero la paciencia tiene un límite. Y siempre acaba por superarse. Señores, esto es la guerra.

A todos nos gusta nuestro culo

Resulta que últimamente ando dándole vueltas al tema de la superioridad moral; de qué argumentos usa la gente para justificarse, o si llegan a utilizar alguno. Resulta que sin darme cuenta ya lo comenté en otro sitio pero no era más que un tema lateral.

No sé, me parece muy curioso comprobar cómo nos relacionamos con los demás. Cada uno busca siempre la superioridad en algún aspecto, o en todos. Y es más curioso todavía analizar de dónde provienen esas fuentes de superioridad. En algunos provienen de opiniones ajenas que engullen cual pavos y luego regurgitan sobre los demás, con el consiguiente asco que eso me genera. Hay otros que al menos mastican esas opiniones ajenas antes de vomitarlas, lo que es una suerte porque ya no llevan tropezones. Y existen unos pocos que digieren lo que han comido, lo razonan, lo asimilan, lo transforman y se crean un criterio que luego exponen.

Resulta que ésos me caen hasta bien.

Puedo estar de acuerdo con sus opiniones o totalmente en contra, incluso en cualquier punto intermedio del espectro de conformidad. Pero me encanta la gente que piensa lo que dice; que tiene argumentos para defender su opinión. Y puesto que no creo que existan verdades absolutas, es una opinión que puede ser cierta en mayor o menor medida, por tanto permiten un margen de discusión muy apropiado y entretenido. Si existe algo parecido a la superioridad moral debe provenir de discusiones así.

Aunque claro, también están aquellos que aunque razonan creen que su razón es la única verdadera. Éstos son la excepción. Me caen peor que los de los tropezones, porque es frustrante que alguien con la capacidad de razonar se vea cegado por una actitud dogmática que no permite ningún tipo de discusión. Es como vocear a una pared; da igual lo que argumentes, ellos no se van a mover. Su solidez de principios es encomiable, pero su inmovilidad hace que cuanto más fuerte sea dicha solidez más grande será la hostia que les espera cuando se derribe el muro. Cariñosamente les llamo sacos de carne.

Creo que no me equivocaré al citar a un gran maestro, Mr. Clint Eastwood, al decir que las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene el suyo. Y a todos nos gusta nuestra opinión, sino tendríamos otra. Sin embargo creo que permitirse el lujo de recrearse demasiado en el criterio propio sin aceptar ninguna discusión es una especie de onanismo mental muy poco saludable y absolutamente deleznable. En serio, es muy sano reírse de uno mismo.

Surtur Rising


Por fin he podido oir con calma el nuevo disco de Amon Amarth y sólo diré una cosa. Son capaces de coger una canción ñasca de New Metal y hacer maravillas con ella aunque eso sí, el cantante no puede susurrar ni aunque lo intente.

Ahora más en serio, el disco me parece una auténtica maravilla. Conservan su estilo pero se nota la evolución: los ritmos son más complejos y menos repetitivos sin perder la potencia que les caracteriza. Y encima las letras están muy bien, siempre que uno esté interesado la temática.

Y es que el hecho de meter en portada al padre de los gigantes de fuego que desencadenará el Ragnarok al hacer arder este mundo da caché. Guerras de dioses, últimas defensas, batallas apocalípticas... vamos, lo normal.

Los ríos están llenos de putas.

Dándole vueltas a los especímenes con los que hay que compartir planeta he llegado a una conclusión un tanto peculiar. Resulta que las personas no se dividen en altas y bajas, heavies o canis, letras o ciencias, pepsi o coca-cola. No. Se dividen entre explotados y explotadores.

Están las personas que, por buena fe, hacen favores a sus semejantes (llamémoslas de Tipo 1) y las personas que se aprovechan descaradamente de esos favores (en un alarde de originalidad serán Tipo 2). Si se encuentran dos personas de Tipo 1 todo irá bien, se ayudarán mutuamente y el total será mayor que la suma de las partes. Si se encuentran dos personas de Tipo 2 no habrá ningún tipo de interacción posible, así que nada más que añadir.

Sin embargo si se juntan una de cada tipo se forja una relación que acaba recordando poderosamente al vasallaje medieval. Es decir, el Tipo 1 hará favores que de ninguna forma le son retribuídos hasta que llegará el punto en el que los favores se convierten en obligaciones. Y vuelta a empezar. Es curioso observar las posibles variaciones que se introducen en el modelo al aumentar el número de sujetos, pero no me voy a entretener aquí porque aporta poca cosa.

Resulta además que estas interacciones se dan en todos los niveles de la sociedad, por lo que hay un cierto riesgo de que algún sátrapa de Tipo 2 alcance cierta posición de poder social. En estos casos se aprovechan con total descaro de su posición para satisfacer sus necesidades sin dar un palo al agua, ignorando todo eso de que los seres humanos son iguales en derechos y obligaciones. Porque ellos lo valen.

Estos sistemas acaban generando un cierto descontento en los demás, ya sean de Tipo 1 o de Tipo 2, que empiezan a cabrearse de que les exploten sin recibir ningún tipo de retribución más allá de una sonrisa hipócrita. Con ciertas variaciones temporales (guillotina, pelotón de fusilamiento, asaltos a castillos, etc) estas situaciones acaban igual; y la sabiduría popular ha acuñado chascarrillos al respecto.

O follamos todos o la puta al río.

La ONU me da risa

Es tremendamente gracioso, si uno es un enamorado del humor negro, que la Organización de Naciones Unidas determine que hay que reprimir a Gadafi en Libia por atentar contra la vida de su pueblo y, en cuestión de días, haya países voluntarios a lanzarse a un conflicto armado. Ojo, el tío se lo merece, no lo voy a negar.

Estoy convencido de que lo hacen con toda la buena fe del mundo, y que piensan que con ello van a hacer de la tierra un lugar mejor para vivir. Sin embargo me veo en la obligación de resaltar a otros objetivos que atentan contra la vida de pueblos enteros condenándolos a la miseria y que a la ONU, seguramente, se le han traspapelado en alguna oficina importante.

Aquí hay unos candidatos mucho mejores. Y luego la réplica que cada país tiene. Señores de la ONU, les sobran motivos.