Una mala decisión

Me gustaría comentar una cosilla que he leído aquí, aquí, también por aquí y expongo el borrador que comentan aquí. Y en lo que caliento motores, recomiendo banda sonora para la entrada (para que sea más interactiva y todo eso) que debido a lo típica que es le viene como anillo al dedo.

Bien damas y caballeros, pueden ver cómo la democracia abandona definitivamente esta nación. Mientras por el andén de la izquierda, porque el del la derecha no estaba disponible, observen cómo se instaura la nueva república bananera. ¡Ahora con un 57% más de censura!

Dejándonos de teatralismos, ésto es un soberano error; un fallo estratégico tremendo. No sé de quién habrá sido la idea esta vez, pero merece una visita apurada al barbero. Viendo las cosas desde lejos y suponiéndose a favor del recorte se puede opinar que no es el mejor momento para implantar esto. A fin de cuentas en una situación de crisis, recesión y apocalipsis como la actual si el pueblo soberano no está entretenido (ya sabéis, pan y circo) puede optar por restaurar el noble deporte de los levantamientos. Y no es que falten motivos precisamente...

Ahora bien, volviendo a mi perspectiva de simpatizante de la libertad individual esto es una auténtica catástrofe. Existen intereses comerciales en un gobierno y lo comprendo (aunque no lo comparto) porque no dejamos de estar en un sistema capitalista. Sin embargo lo que hace que me hierva la sangre es la anteposición de esos intereses minoritarios frente a la opinión de la mayoría de los ciudadanos. Porque en serio, la última vez que lo miré algo así no debería pasar en una democracia.

Pero claro, el español es vago e indolente por naturaleza. Ellos lo saben y se aprovechan hasta el límite y un poquito más. Nosotros aguantamos hasta cierto punto, oiga. Me vienen a la mente algunos ejemplos de reacciones de esos indolentes españolitos, hartos de sus gobernantes, renegando de todo y de todos. Generalmente es porque soportamos peor a los de fuera que a los de dentro; pero también somos expertos en liarnos a tortas entre nosotros. Vamos, que son ganas de tensar una cuerda que puede romperse (en mi opinión, que debe romperse).

Pero claro, se está muy bien arriba, en la élite de la sociedad alterando las vidas de varios miles con un gesto de la mano. También ayuda la complicidad de los demás en su mudismo e inamovilidad. Todo eso está muy bien porque se cree que no podrá cambiar basándose en que como son los dos partidos mayoritarios seguirán ahí alternándose. ¿O no? Resulta que algunos agitadores sociales y perturbadores de la paz nacional se han leído algo de ese libro que llamamos Constitución y saben que en las elecciones gana el más votado (coeficientes y ley D'Hont aparte). Esa sería una sana forma de ejercicio democrático. Hay otras claro está, pero son menos bonitas aunque más efectivas a corto plazo.

Porque claro que a todos nos cuesta movernos y no nos gusta. Que nos encantaría mantener el status quo y llevar una vida perfecta en su inmovilidad. Pero la paciencia tiene un límite. Y siempre acaba por superarse. Señores, esto es la guerra.

A todos nos gusta nuestro culo

Resulta que últimamente ando dándole vueltas al tema de la superioridad moral; de qué argumentos usa la gente para justificarse, o si llegan a utilizar alguno. Resulta que sin darme cuenta ya lo comenté en otro sitio pero no era más que un tema lateral.

No sé, me parece muy curioso comprobar cómo nos relacionamos con los demás. Cada uno busca siempre la superioridad en algún aspecto, o en todos. Y es más curioso todavía analizar de dónde provienen esas fuentes de superioridad. En algunos provienen de opiniones ajenas que engullen cual pavos y luego regurgitan sobre los demás, con el consiguiente asco que eso me genera. Hay otros que al menos mastican esas opiniones ajenas antes de vomitarlas, lo que es una suerte porque ya no llevan tropezones. Y existen unos pocos que digieren lo que han comido, lo razonan, lo asimilan, lo transforman y se crean un criterio que luego exponen.

Resulta que ésos me caen hasta bien.

Puedo estar de acuerdo con sus opiniones o totalmente en contra, incluso en cualquier punto intermedio del espectro de conformidad. Pero me encanta la gente que piensa lo que dice; que tiene argumentos para defender su opinión. Y puesto que no creo que existan verdades absolutas, es una opinión que puede ser cierta en mayor o menor medida, por tanto permiten un margen de discusión muy apropiado y entretenido. Si existe algo parecido a la superioridad moral debe provenir de discusiones así.

Aunque claro, también están aquellos que aunque razonan creen que su razón es la única verdadera. Éstos son la excepción. Me caen peor que los de los tropezones, porque es frustrante que alguien con la capacidad de razonar se vea cegado por una actitud dogmática que no permite ningún tipo de discusión. Es como vocear a una pared; da igual lo que argumentes, ellos no se van a mover. Su solidez de principios es encomiable, pero su inmovilidad hace que cuanto más fuerte sea dicha solidez más grande será la hostia que les espera cuando se derribe el muro. Cariñosamente les llamo sacos de carne.

Creo que no me equivocaré al citar a un gran maestro, Mr. Clint Eastwood, al decir que las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene el suyo. Y a todos nos gusta nuestra opinión, sino tendríamos otra. Sin embargo creo que permitirse el lujo de recrearse demasiado en el criterio propio sin aceptar ninguna discusión es una especie de onanismo mental muy poco saludable y absolutamente deleznable. En serio, es muy sano reírse de uno mismo.