Vlad se mueve

Vuestro buen anfitrión ya no se encuentra en su residencia habitual. Es uno de los motivos por el que ésto ha estado tan abandonado. El otro es que me daba pereza y no tenía ganas de encabronarme con las cosas que pasan. Resulta que ahora ando ubicado en la costa levantina, Barcelona más concretamente, por razones laborales, blablabla, nada que no sepáis ya. Lo que no sabéis son las cosas que pasan día a día en esta ciudad de tarados.

Entiendo que es una ciudad mucho más grande que mi anterior residencia, pero ayer mismo hablaba con Miguel al respecto; el porcentaje de taradez parece ser mayor aquí. Desde pandilleros que te rodean en el metro sin mayor intención que darte un high-five, a señores mayores que te cuentan su vida (por falta de nietos), pasando por señoras que se indignan si no conoces el recorrido de la línea de metro en la que estás (Miguel's fact). Curiosamente después de comentar lo relativo a los tarados nos abordó una borracha en potencia (y potencial) preguntándonos si teníamos un peine. Olé sus ovarios remojados en mojito (que contó que se había pimplado un litro, el olor a ron del aliento parecía confirmar dicha teoría).

Ayer experimenté por segunda vez, por zona diferente, cómo es la vida nocturna aquí los fines de semana. Y es rara de pelotas. No puedes dar cuatro pasos sin que te intenten vender latas (o hachismarihuanacoca, así todo junto macerado tras transformadores) o te asalten repartidores de flyers y promociones, sin olvidarse de los guiris mamados a sangría que no saben ni dónde les queda el hotel. Por otra parte volver a casa andando después (porque estaba realmente cerca) cruzando el Rabal (Rabalistán para los entendidos) es toda una experiencia que intentaré no repetir en la medida de lo posible. Esquivar vendedores ambulantes, putas que te llaman a silbidos y "Relaciones públicas" repartiendo flyers a diestro y siniestro es bastante cansado y más si a esas horas ya está uno con la pierna un poco resentida.

En principio parece que lo que viene siendo adaptarme lo he hecho de puta madre, la gente me pregunta cómo ir a los sitios y hasta a veces sé responder. Y ahora que por fin ya tengo un piso compartido en el que aposentarme, puedo retomar esto con algo de ganas. Hay muchos pequeños detalles que se me escapan, pero en general creo que el cambio ha sido para bien: la ciudad me gusta, el trabajo es entretenido y los compañeros (tanto de piso como de curro) son gente maja con la que se puede charlar. Si además de vez en cuando recibo visitas, resulta que al final se está de puta madre.

Y aquí no hace frío.

Me hace mucha gracia, que procuro no expresar visiblemente, ver a la gente con cazadoras, guantes y bufandas cuando hay 10º de temperatura. En serio, les querría yo ver con nuestros -5º todas las mañanas en invierno. La escena sería para desorinarse de la risa.

Próximamente más peripecias de vuestro anfitrión en la Ciudad Condal, que al ritmo que pasan las cosas no dudo que esto dé para mucho.

1 comentario: